Qué tal el trabajo? Fatal; ¿Por qué? No sé, por todo... Demasiado hago para lo que me pagan.
Esta conversación con un amigo me vino a la mente al ver las imágenes de la brutal catástrofe que está sufriendo Japón. La serenidad y el coraje con que los japoneses están afrontando “el apocalipsis” contrasta con el negativismo que cada vez parece tomar más fuerza en la sociedad española.
Japón ya nunca será el mismo, y millones de personas tendrán que aprender a vivir en otra casa, en otra ciudad, con otro empleo, con otros amigos y echando siempre de menos a esos seres queridos arrebatados por una naturaleza cruel y despiadada. Lo conseguirán. Ya lo hicieron después de la Segunda Guerra Mundial y ahora volverán a levantarse para demostrarnos a todos su afán de superación. Todo lo contrario a ese victimismo que se ha convertido en uno de los rasgos más destacados de la sociedad contemporánea.
Es tan fácil protestar, quejarse, criticar, juzgar y lamentarse que todos sabemos cómo hacerlo. Basta con adoptar el rol de víctima y creer que el mundo es un lugar injusto, en el que la culpa de nuestros problemas, conflictos y sufrimientos siempre la tienen los demás. Resulta tan sencillo tratar de esconder muestras miserias, miedos e inseguridades detrás de una crítica feroz al jefe, a la empresa, a los compañeros, a la familia, a Zapatero, a la sociedad, a la vida... Cualquier excusa es buena para no afrontar nuestras inseguridades.