Un corto que en doce minutos agita nuestra conciencia,
nos hace sentir rabia, indignación y tristeza,
porque, al fin y al cabo, esta "pecera" es la triste realidad
que a muchas personas les toca vivir.
Pecera es un corto del director, guionista y productor de
cortometrajes Carlos Bouvier. Inició su andadura cinematográfica con el corto
Para Luz y poco a poco fue labrándose una exitosa carrera en el arduo camino
del cine. Pecera fue calificado en el 2011 como el corto más reivindicativo del
año y fue galardonado con múltiples premios.
Y no es para menos. Su crítica al trato laboral que reciben
los trabajadores por parte de las empresas no puede ser más certera. La cultura
del todo vale, muy predominante últimamente en las relaciones de trabajo, en el
lenguaje de las empresas y en la sociedad
en general.
Se podría decir que se trata de un corto basado en una
historia real, ya que Carlos Bouvier decidió grabar Pecera tras padecer esta
política laboral en sus propias carnes. Se dice que la indemnización que
recibió fue la fuente de financiación del cortometraje.
Lola es la responsable de una de las sucursales de una
empresa de trabajo temporal. Las denuncias por despido improcedente van en
aumento y las cuentas de la empresa no dan para pagar todas las indemnizaciones
que se les demanda. Por lo que Lola será la encargada de aplicar todo tipo de
artimañas necesarias para convencer a sus trabajadores de que firmar el
consentimiento de despido es la mejor opción. Injusticias, amenazas, mentiras…
El fin justifica los medios. Todo vale para conseguir los beneficios que se
pretenden.
Es un ejemplo más de todos los que ocurren día a día en la
actualidad. Personas en manos de empresas sin principios ni valores, a las que
poco importan sus trabajadores ni las responsabilidades que tengan fuera de la
oficina o de cualquier otra “pecera”. Es una de las consecuencias de vivir en
este sistema que nos ha venido impuesto donde lo que cuenta es el beneficio de
uno mismo, el consumo y que nos ha llevado a la deshumanización de todo. No
importan las personas, importa el dinero. Y da igual lo que tengamos que
pisotear o destruir para conseguirlo.
Poco a poco hemos ido dejando por el camino aquellos
principios básicos de moral y ética tan valiosos hace ya un tiempo, y estas son
las consecuencias que tenemos que pagar. Un mundo controlado por empresas que
cada día y gracias a los gobiernos existentes tienen más facilidades para
actuar a su antojo. Bouvier lo plasma de
forma sublime.
Crítica de: María del Mar Escobar
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