A Silvestre Novas Piñeiro,
compañero de fatigas durante muchos años
y a Lina, su amada y desconsolada esposa.
Enciendo estas velas, compañero,
iluminando tu huella, espantando el olvido.
Desde el corazón,
con el dolor que dejan las desapariciones.
¡Adiós!
Volveremos a encontrarnos donde confluyan nuestras almas.
Francisco G. Seijo Rguez.
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